Antonella Francin/ Radio Francia Internacional
En medio de los campos de maíz, los gritos y cantos de decenas de niños resuenan en el patio del orfanato San Martín de Porres ubicado en 2da Calle Lomas de San Esteban S/N col. La Purificación en el municipio de Texcoco, Estado de México, el edificio rosa y blanco pronto no tendrá más camas disponibles para albergar a los recién llegados.
Desde el comienzo de la pandemia, la directora del edificio, la madre superiora Inés de María Piedras Díaz, ha recibido a decenas de niños tras la muerte de uno de sus padres por COVID-19.
Sólo en las últimas semanas, hemos recibido a casi veinte niños que han quedado huérfanos a causa de la pandemia de COVID-19”, dice a RFI la monja. “Por ejemplo, tenemos un grupo de hermanos de cuatro, cinco, siete y ocho años que han llegado recientemente. La familia no puede permitirse cuidar de ellos. Su madre murió de COVID-19 y del padre no se sabe nada”.
La Madre Inés llegó al orfanato de San Martín de Porres en 1985, a la edad de 13 años, con sus ocho hermanos tras la muerte de su madre por un aneurisma. Asumió la dirección de la institución tras estudiar psicología y educación. La pandemia se lo ha puesto difícil a ella y a las demás monjas y voluntarios que alimentan, visten y educan a los 65 residentes, de entre dos y 18 años.
“Dejamos de recibir donativos mensuales de algunos donantes”, explica. “La falta de recursos económicos ha cambiado mucho la vida en el orfanato.
Como la mayoría de los orfanatos de México, el de la Madre Inés no recibe ningún subsidio estatal. Leonardo Mier es el responsable Nacional de Protección de la Infancia de UNICEF. Según él, el cuidado de los huérfanos de la pandemia es una carga adicional para un sistema de atención a la infancia que ya mostraba fallas antes de la pandemia.
“México sigue favoreciendo en gran medida a los centros de acogida frente a otras alternativas más adecuadas para los niños, como el acogimiento familiar”, afirma.
Sandy Poiré, responsable de calidad y asuntos internacionales de Save the Children, que ofrece apoyo psicológico y educativo a los niños, añade que muchos orfanatos carecen de transparencia y deberían ser inspeccionados según criterios normalizados: “Estas instituciones no siempre son un espacio seguro para los niños. Hay varias denuncias de malos tratos, abusos y violencia”.
Para atender adecuadamente a los nuevos huérfanos provocados por la pandemia, ambos consideran que el Estado mexicano debería, en primer lugar, realizar un censo de los niños afectados para conocer su número exacto y su situación. “Por supuesto, también sería muy útil disponer de cifras de huérfanos por causas graves, como feminicidios u homicidios violentos”, dice Leonardo Mier.
Por el momento, el Estado mexicano paga 800 pesos mexicanos al mes a los niños ya identificados como huérfanos de COVID-19. La suma, que equivale 34 euros mensuales, es insuficiente para comprar alimentos básicos.
Muchas familias, como la de Miriam Bermúdez y sus hijas de tres y 20 años, no han podido obtener el subsidio. Hace un año, cuando su marido murió de un ataque al corazón tras contraer COVID-19, los médicos no mencionaron el virus en la causa de la muerte.