Julio Hernández Cordón, director de la película, asegura que su más reciente trabajo es un sentido tributo al lugar que lo vio nacer y se originó de la necesidad de mantener el espíritu de “rebeldía” en su obra.
año después de presentar Cómprame un revólver (2018) en la sección Atlas del noveno Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM), el cineasta Julio Hernández Cordón regresa al encuentro universitario con su nuevo proyecto: Se escuchan aullidos (2020), éste competirá con una decena de producciones nacionales en la sección Ahora México.
La génesis del largometraje se dio como resultado del rechazo de otro proyecto en diversas convocatorias para obtener financiamiento cinematográfico, según lo contó Hernández durante la presentación de la misma a la prensa. Aquella cinta abordaba la figura de Nezahualcóyotl, el famoso tlatoani de Texcoco, que durante años ha servido como una de las grandes inspiraciones del cineasta emergido del Centro de Capacitación Cinematográfica.
“Siempre he querido hacer algo sobre Nezahualcóyotl, pero los presupuestos hacen imposible filmar algo de época con poco dinero. Creo que Nezahualcóyotl es un personaje poco apreciado en México. Es fundamental, fue uno de los primeros artistas del país, además documentó muchas cosas sobre el mundo precolombino”, mencionó el realizador en entrevista para Gaceta UNAM y añadió que en Se escuchan aullidos “aproveché para homenajearlo a mi modo.”
La película protagonizada por Francisco Barreiro (quien interpreta nueve personajes y, además, funge como productor) y Fabiana Hernández Guinea (hija del director) narra la historia de una pequeña que rememora las memorias de su padre en Texcoco y recorre los lugares donde él se desarrolló encontrando a viejos amigos, el espíritu de Nezahualcóyotl y una mujer lobo. Este planteamiento sirvió a Cordón como punto de partida para realizar un homenaje a Texcoco, la zona donde pasó sus primeros años de vida.
“Sentí que, a pesar de que han pasado 30 años, seguía conociendo esos lugares, no han cambiado. Uno de los aportes de la película son los locaciones, los paisajes de Texcoco, aunque no sea un lugar aparentemente bello, pero si encuentras la posición de cámara y el fondo correcto se vuelve hermoso. Fue eso, regresar a mis recuerdos sobre Texcoco, son hermosos y lindos. Quería ser congruente con la memoria”, afirmó.
Para Cordón era relevante avanzar su filmografía a pesar de no contar un gran presupuesto, mantener cierto aire rebelde y de improvisación que ha tenido buena parte de su trabajo tras la cámara. “Tenía que hacer una película pequeña en México, nunca había hecho una aquí, las hice en Guatemala y Costa Rica, pero en México, donde me siento en casa, no lo había hecho. Era el mo
“Creo que hay películas que sí necesitan apoyos, hay otras, como ésta, que son mucho más austeras. Para mí, es importante hacer una película cada dos, tres años. Porque me dedico a esto, sino lo hago siento que es un hobby. Me pregunto desde hace mucho tiempo como los directores que admiro tenían al morir 40, 50 películas. Es impresionante. Entre más hagas, más posibilidades tienes de que una te quede bien”, argumentó y agregó:
“(La filmación) fue una cosa de rebeldía, romper las reglas para que no te encasillen. Evitar que te digan lo que debes hacer. Me tomé muy a pecho esa frase del punk: hazlo tú mismo. Si revisan mi filmografía, realmente sólo tengo dos películas grandes: Te prometo anarquía (2015) y Cómprame un revólver. Las demás son películas chiquitas, rodadas en una semana con amigos y presupuestos ínfimos.”
Por esas razones, Se escuchan aullidos funciona como un doble homenaje, no sólo a Texcoco sino “al cine y la narración oral”, apuntó el director de Las marimbas del infierno (2010), “He improvisado en todas (mis películas), así que aquí me sentí muy cómodo haciéndolo. Sabía que algo podía rascar y encontrar. En las otras tenía guión y decidí no usarlo en el rodaje. En ésta, nunca tuvimos guión. Tratamos de contar la historia, pensar en mis recuerdos y exagerarlos. Le pregunté a mis amigos de la adolescencia si querían salir en la película, ellos no sabían qué hacer, se pusieron nerviosos y cuándo los vi, sólo los puse a aullar. Conté su historia a través de la voz de mi hija.”mento ideal”.
“El arte y la creación son rebeldía. El simple hecho de decir que quieres hacer arte en un lugar donde todo es tan pragmático es un acto de rebeldía, jugar con la realidad y mezclarla con tus ideas para volver la subjetiva”, refirió el autor cinematográfico, “creo que dentro del arte hay cierta dosis de teoría, pero la mayoría de las cosas suceden por el instinto o por accidentes gloriosos que uno no se imagina. Tiene que ver con el feeling, el estar en las locaciones, la luz que nos daba, la vegetación, el sonido, el hecho de andar en bicicleta. Andar así, sin rumbo fijo, es la libertad más extrema. Sobre todo en una ciudad donde te obligan a estar encerrado en un auto. Eso también sucede en el cine, te obligan a usar cierto formato, a hacerlo de cierta manera. Estamos replicando fórmulas que se han hecho millones de veces, me gustaría pensar que el poder de esta película es algo que no se ha visto del todo”
Funciones
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