Niños indígenas descuartizados en Cdmx son sepultados en Edomex

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El cuerpo de los jóvenes descuartizados por presuntos integrantes de La Unión Tepito, fueron enterrados en San José del Rincón, al oeste del Estado de México.

Manuel Godínez


Estado de México (CP).- Con apenas 12 y 14 años de edad, la vida de Alan y Kevin Efraín llegó a su fin. Alrededor del mediodía de este jueves, el cuerpo de los jóvenes descuartizados por presuntos integrantes de La Unión Tepito, fueron enterrados en San José del Rincón, al oeste del Estado de México.


El cortejo fúnebre arribó al filo de las 18 horas del miércoles hasta los domicilios ubicados en la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca, donde las coronas, arreglos florales y buena parte de vecinos y familiares ya esperaban a los menores.


En ambos casos, las familias han salido a desmentir las versiones de que los jóvenes trabajaban como “halcones” de la delincuencia organizada, dejando en claro que, solo vendían dulces en el barrio bravo de Tepito.


La desaparición


En el ocaso del 27 de octubre, cuando Tepito aguardaba la celebración anual de San Judas Tadeo, el santo más venerado en el tianguis de la piratería, Alan y Kevin fueron reportados como desaparecidos, luego de haber salido a unos “arrancones” clandestinos en motocicleta.
El 28 de octubre, la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX) emitió una alerta Ámber para dar con el paradero de los adolescentes de la comunidad mazahua que vivían en la vivienda marcada con el número 36 de la calle Pensador Mexicano.


Así, cuatro días después, un error en el traslado de los cuerpos alertó a dos oficiales de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC).
Alrededor de las 2 de la mañana, un hombre en aparente situación de calle, empujaba un diablito cargado de cajas de plástico, pero, en el cruce de Belisario Domínguez y Republica de Chile, una bolsa desacomodó las cajas.


El movimiento extraño, acompañado del nerviosismo del sujeto orilló a los oficiales a interrogarlo.


A decir del periodista Héctor de Mauleón, autor del libro Narco CDMX revelo el breve dialogo que sostuvieron los agentes con el ahora detenido.


— ¿Todo bien? —preguntó uno de los agentes al hombre del “diablito”. —Sí, sí, sí, estoy bien, estoy bien —fue la respuesta.
El agente se acercó a ayudar. De las cajas habían salido tres bolsas de plástico negro: el emblema siniestro de nuestro tiempo.


—La persona quiso volver a meter las bolsas muy rápidamente, pero estaba pesadas, le costó trabajo —relata el agente. Una de las bolsas se rasgó. En la oscuridad de la calle, el agente alcanzó a ver que en el interior había “carne muy blanca”.


Por un instante, no estuvo seguro de lo que era aquello. Finalmente lo constató: había un brazo, un hombro, una oreja: los restos de alguien a quien habían cortado en pedazos.


De esta manera, el ex reo Edgar Z de 39 años fue detenido y llevado ante el Ministerio Público capitalino, en donde confesó haber recibido cocaína como forma de pago por tirar los cuerpos. Además, admitió que el trabajo era por órdenes de la Unión Tepito (cartel que domina el Centro Histórico), versión que desmintió en una segunda declaración.


En su primera declaración al respecto, la Jefa de Gobierno capitalino se adelantó a decir que el caso tiene todos los elementos para relacionarlo con disputas internas entre grupos de “narco”, pero omitió adelantar alguna hipótesis al respecto.


“La fiscalía capitalina dará más información sobre este caso, es un caso sumamente lamentable. Se tienen detenidos y están procesando en este momento otras detenciones (…) Hasta ahora no se había presentado un caso así”, expresó en su conferencia virtual.


Asimismo, se dio a conocer que este jueves, como parte de un cateo en una vivienda marcada con el número 86 de República de Cuba, se logró detener a otro presunto implicado en el atroz asesinato de Alan y Kevin.
Este crimen se suma a un patrón que arrastra México desde que se inició la falsa guerra en contra del narco en 2007. El periodista Javier Valdez, asesinado por sicarios del Cartel de Sinaloa, decía que estos son “niños curtidos, adiestrados y usados para cobrar cuotas, llevar mensajes. Ellos no se drogan ni consumen alcohol, sólo están ahí, como un utensilio de cocina, un objeto, un gatillo o un detonador”.