Por: Rubén Sánchez
Luego del brutal asesinato de George Floyd, un hombre afroamericano de Minneapolis, perpetrado por un oficial blanco de la policía local, en casi todo Estados Unidos (EU) comenzó una serie de rebeliones multiétnicas, aderezadas con disturbios, a manera de protesta, contra el racismo institucional, que para desgracia de muchos se ha vuelto cosa frecuente en aquel país.
No es un secreto que Donald Trump, el presidente de EU, es un ferviente creyente de la supremacía blanca. Según los especialistas, este presidente es un demagogo seudo nacionalista, que en el fondo busca la perpetuación de un capitalismo global -disfrazado de populismo- por medio de un estado militarista para conseguir la hegemonía norteamericana… por supuesto, esta hegemonía tendría que ser encabezada por las élites de extrema derecha.
El trumpismo arropa ideologías conservadoras de sectores radicales como los neoconfederados, identidad cristiana, skinheads, nacionalistas blancos, neonazis, Ku Klux Klan, entre otras agrupaciones de odio. Cabe anotar que un “grupo de odio” es aquello que con base en determinada fe y prácticas violentas se lanza contra otras comunidades por considerarlas “razas inferiores”.
Sin embargo, ante estos actos y actitudes de discriminación, grupos de la izquierda estadounidense han respondido con furia, algunos de ellos recurren a la acción directa y se hacen llamar antifa. Los antifa son activistas agrupados en colectivos, que se declaran abiertamente contra del fascismo y sus implicaciones contra las minorías que conforman la sociedad norteamericana. Ellos no son un grupo uniforme con alguna ideología política en particular, ni son guiados por algún líder mesiánico, tampoco tienen un programa político propio. Lo que tienen en común estos sectores de izquierda es una oposición reacia al fascismo del siglo XXI, encabezado por el actual ocupante de la Casa Blanca, Donald Trump.
Mark Bray, historiador norteamericano y autor del Manual Antifascista, se ha dedicado al estudio del fenómeno antifa en Estados Unidos, y en una reciente entrevista habló sobre las
álgidas manifestaciones en el vecino del norte, donde muchos, jóvenes principalmente, ven con simpatía al socialismo, como una especie de estado de bienestar.
En esas manifestaciones, el daño a la propiedad privada por parte de estos manifestantes, así como los ataques a cuerpos policíacos, es reflejo de la inconformidad generada por el capitalismo exacerbado y salvaje impuesto por la élite gobernante. Y es que en el capitalismo de Trump son legales los grupos ultra-derechistas, conformados en su inmensa mayoría por blancos y racistas.
Antifa Vs. trumpismo
Ahora bien, los métodos utilizados por las diversas agrupaciones antifascistas -en particular aquellas que toman como base el anarquismo, es decir la desaparición del Estado como entidad jurídica y represora-, implementan la acción directa contra la violencia institucionalizada. Dicha violencia es respaldada por corporaciones económicas, la policía, así como los sectores ultraconservadores.
En más de una ocasión han quedado registradas imágenes de los enfrentamientos entre antifascistas y grupos de extrema derecha. En la segunda semana de agosto de 2017, en la ciudad de Charlottesville, Virginia, se congregaron diversos grupos conservadores con la intención de lograr la “unidad de la derecha”. Ahí mismo se dio cita la contraparte: los Antifa se presentaron para manifestar su inconformidad contra la presencia de los supremacistas. Sin embargo, la situación se complicó cuando el neonazi James Alex Fields, de 20 años de edad, embistió su carro contra los antifa, provocando la muerte de Heather Heyer, mujer de 32 años, además de 19 personas heridas.
El acto fue condenado por Donald Trump dos días después de ocurrido, luego haber recibido fuertes críticas de todos los sectores, incluyendo al Partido Republicano. Y es que Trump se atrevió a responsabilizar también a los antifascistas por lo acontecido.
En esos actos también estuvo presente Richard Spencer, nacionalista blanco acusado de racista, machista y la homofóbico. Pues bien, siete meses antes de lo ocurrido en
Charlottesville, este personaje fue sorprendido, en calles de Washington, por un antifascista, quien le acomodó un certero puñetazo en un costado del rostro. Este tipo de acciones son necesarias, argumentan los antifa, para que los segregacionistas como Spencer, que incitan al odio y asesinan en nombre de una superioridad racial, eviten salir en público para promover sus ideas criminales.
Fuck the police
Otra de las características de los antifa es su repulsa a la represión policíaca. Luego del asesinato de de George Floyd, la organización hacktivista Anonymous se unió a las manifestaciones contra este hecho, hackeó las ondas radiales de la policía, tanto de Chicago como de Minneapolis, e hizo que sonar en patrullas y terminales policíacas la canción “Fuck tha police”, de la extinta banda de rap N.W.A.
Si bien es cierto que no todos los agentes policíacos son asesinos a sueldo, ni todos actúan como verdaderos criminales, sí es verdad que tienen muy mala fama. No es para menos, pues estas corporaciones están plagadas de agentes racistas, defensores y reproductores de un sistema discriminador, muchos incluso ligados a los grupos supremacistas ya mencionados. Y si a esto sumamos que los abusos policiales contra gente negra en Estados Unidos son una lamentable realidad, que de no acabar ya, posibilitan la continuidad y la elevación del tono de las protestas y disturbios en el amplio territorio estadounidense.