Seattle, corto recuento sobre una breve experiencia autonomista

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Por: Rubén Sánchez

Estados Unidos se ha convertido en uno de los epicentros de la pandemia del Covid-19 a nivel global, con más de 120 mil muertos hasta el día de hoy. Aunado a ello está la brutal muerte del afroamericano George Floyd, el pasado 25 de mayo, por lo que el vecino del norte también se ha convertido en vanguardia de protestas contra el racismo sistemático que se vive en su territorio; en específico, Seattle, en el estado de Washington, se volvió un foco de rebeldía y un dolor de cabeza tanto para los funcionarios locales como al propio presidente Donald Trump.

Luego del asesinato de George Floyd, en Seattle se realizaron un sinnúmero de grafitis. En la imagen se aprecia a una niña que corre a un costado cerca de un espejo de agua ubicado dentro de la zona de Capitol Hill. Foto: Tomada de Twitter.

Sí, la ciudad que vio nacer el movimiento “Grunge” de los años 90, encabezado por Nirvana, es hoy efervescencia pura, y donde parte la izquierda radical estadounidense formó la Zona Autónoma de Capitol Hill (CHAZ por sus siglas en inglés), que luego se transformó en CHOP, que significa algo así como Protesta Organizada de Capitol Hill. No por nada, en algún momento de su historia, se le llamó “el Soviet de Washington”.

Hasta el día de hoy, esta zona en rebeldía abarca unas seis cuadras o bloques, en las que se llevan a cabo actividades político-culturales y recreativas a lo largo del día, pero las cosas cambian drásticamente durante la noche, ya que se vuelve insegura debido a que en los últimos días han ocurrido hechos violentos como tiroteos que han provocado la muerte de varias personas. Ante esto los activistas agrupados en el movimiento Black Lives Matter (BLM) han declarado que dichos actos desdeñables provienen de organizaciones de la extrema derecha estadounidense con la intención de desprestigiar al movimiento.

¿Por qué es radical CHAZ/CHOP?

Los integrantes de BLM y de CHOP declararon de manera expresa que su movilización era para luchar contra el estatus represivo-policíaco en Seattle.

Entrevistada por el documentalista Ami Horowitz, la activista afrodescendiente Jaiden Grayson declaró: “Yo no estoy aquí para una protesta pacífica; estoy aquí para quebrantar (el estatus) hasta que mis demandas sean cumplidas”.

La exigencia principal de Grayson, según sus declaraciones, es la abolición del sistema policíaco local iniciando por quitar el financiamiento público que se le da a éste. Y es que el pasado 8 de junio, luego de varios fuertes choques con la policía, los activistas de la temporal zona autónoma irrumpieron en el Recinto Este de Capitol Hill, provocando la desbandada de las y los oficiales de la fuerza pública.

Como ella, en Seattle hay muchas personas que suscriben estas ideas e intentan llevarlas a la práctica. Lo cual no es cosa nueva, ya que en esa ciudad a finales del siglo pasado, en noviembre de 1999, dieron la vuelta al mundo imágenes de jóvenes antiglobalización, que se oponían a la realización de la tercera cumbre de la Organización Mundial de Comercio, y se enfrentaron a policías fuertemente armados, los cuales parecían “robocops”. El saldo fue una brutal represión y unos 700 detenidos.

¿Y las autoridades locales?

En primer plano tenemos a la demócrata Jenny Durkan, alcaldesa de Seattle, quien hace un par de semanas declaró que el asentamiento autónomo del barrio Capitol Hill es una especie de “Verano del Amor”, suceso que en 1967 logró concentrar a miles de hippies en San Francisco, California. Ante semejante afirmación, de inmediato Donald Trump se lanzó a la yugular de Durkan:

«Estos demócratas liberales no tienen ni idea. Los terroristas queman y saquean nuestras ciudades y (los demócratas) piensan que es maravilloso, incluso la muerte. ¡Debe terminar esta toma de control de Seattle ahora!», escribió Trump en su cuenta de Twitter.

Por su parte, Kshama Sawant, concejal de la ciudad y de ideología socialista, elaboró un proyecto de ley en el cual se prohíbe a la policía local el uso de gases lacrimógenos, así como la aplicación de llaves de estrangulamiento en contra de activistas.

En otro nivel de gobierno, la jefa de la policía local, Carmen Best también se subió al ring de declaraciones. Luego de que ordenara a sus subordinados abandonar el Recinto Este, la funcionaria hizo alusión al incremento de denuncias telefónicas por parte de los vecinos de la zona ocupada, quienes se quejaron de un incremento de los actos de violencia. La molestia vecinal es que en el territorio autónomo, a parte de estar lleno de barricadas, deambulaban sujetos armados. Al respecto, Best declaró al que aunque en el ámbito constitucional es legal la portación de armas, la gente no debe usarlas para hostigar a otros miembros de la comunidad. Lo cual resulta hasta cierto punto contradictorio.

En este sentido, parece que este fin de semana, la experiencia autonomista implementada en Seattle entrará en una primera fase de su desmantelamiento, pues los activistas no van a ceder de buena gana, pese a las negociaciones que se han suscitado en los últimos días con las autoridades de la ciudad. Esto último provoca plantear las siguientes preguntas:

¿Habrá represión policíaca por parte de los distintos órdenes de gobierno en Seattle? ¿Se aproxima ya el final CHAZ/CHOP? ¿Cómo van a reaccionar los autonomistas? ¿Éstos usarán la fuerza física, incluso armada, con tal de conseguir todas y cada una de sus demandas? ¿Continuará Trump hablando de terrorismo casero y, así, justificar una represión más cruenta y más elevada?

Confiemos en que se evite la innecesaria violencia institucional y civil, y que toda esa energía renovadora se encauce hacia una favorable consecución del fin del racismo en aquel país. Vayamos haciendo lo propio en México.